“¡Padre-Madre disuelve mi ego,
y haz que tanto en bajada o en subida,
le pueda sonreír con desapego
a cada aprendizaje de la vida!”

“¡Padre-Madre disuelve mi ego,
que mi finalidad sea solo amar,
quema mis impurezas con tu fuego,
y que sea Tu Luz mi único Hogar!”

“¡Padre-Madre disuelve mi ego,
trasfórmame en tu Manto sin Costuras,
satúrame de tu dulzor, y luego,
hazme un repartidor de esa dulzura!”

“¡Padre-Madre disuelve mi ego,
haz que viva en ¨estado de perdón¨!,
y para ir esparciendo ese sosiego,
¡ponle tus Alas a mi corazón!”

“¡Padre-Madre disuelve mi ego,
retira de mi espalda cualquier cruz,
y ya no te lo pido, ¡te lo ruego!,
¡vuélveme uno con mi Ser de Luz!”

¡Pide, mi amigo, pide sin recelo,
porque La Fuente escucha tu plegaria,
y en un instante lo disuelve al velo
y la vuelve a tu vida extraordinaria!

Y ante la devoción dulce y bendita
que surgirá en tu voz al expresarlo,
esa porción de Dios que en ti palpita
te dirá “¡sí…, gracias por reclamarlo!”

Al ser tu voluntad firme y profunda,
y pura la intención que en ti se expresa,
verás allí que algo inusual te inunda
y una paz de otro plano te embelesa.

Y si a tu orar, le incluyes, camarada,
el verlo ya plasmado allí en tu mente,
entonces tu oración, por ser sagrada,
se volverá real rápidamente.

Y al dar ambos “el sí” para la boda
-tu parte humana y tu Ser de Amor-,
empezarás a ver la vida toda
con la mirada de tu Yo Mayor.