¡No temas a tu partida
cuando te toque marcharte,
que ya has soltado la vida
mil veces, “sin despeinarte”!

¿Y sabes?…, ¡es breve el viaje!:
dura solo tres jornadas,
el tiempo en que “tu ropaje”,
se afina en forma apropiada.

Y aunque parezcas inerte,
¡es sólo una transición!,
que hará que por fin despiertes
a una mayor vibración.

Y si no es el fin de nada,
¡no lo tomes tan en serio!:
¡sólo es trocar “ropa usada”
por un nuevo “traje etéreo!

Tú eres eterno, mi amigo,
desde tu proa a tu popa,
¡y no es premio ni es castigo
el ir mudando de ropa!

Es una transformación
que ya la has hecho mil veces,
(y mil veces tu elección
fue abrazarla sin dobleces.)

Por eso, en ese instante
en el que comience a abrirse
de nuevo el Túnel brillante
por el que ya toca irse,

sé como el copo de nieve
que se entrega manso al sol,
o esa chispa que se atreve
a transformarse en farol.

Colaborar en tal lance
facilita la mudanza,
y es más grácil el avance
en esos “tres días de danza”.

Y habrá de llegar la hora
en que no precises trajes:
¡cuando la Luz en ti aflora
ya no hacen falta ropajes!

Y serás parte indivisa
de nuestro Eterno Creador,
¡que ya nada se precisa…
cuando se vibra en Amor!

Recuerda: ¡la vida es breve,
y es bella en su levedad!,
más cuando la Luz te lleve
¡entrégate de verdad!

Que si en tal trance sagrado
sueltas tu “ser pequeñito”,
en ese proceso, amado,
vuelves a ser… ¡Infinito!