¡No te castigues más, compañero de viaje,
por aquél desatino…, que esa equivocación
ha sido necesaria para tu aprendizaje…,
para que lentamente se te abra el corazón…!

¿Quién no ha estado confuso…, quién no ha trastabillado…,
quién acaso en su vida no cometió un error…;
quién…, -en el jardín propio… o en el jardín de al lado-,
tal vez sin darse cuenta… no ha pisado una flor…?

Cada vez que en tu senda al prójimo has dañado,
ambos -sin que lo sepan-, actuaban un papel,
que el Celestial Guionista les había preparado,
para que aprendas tú…, para que aprenda él…

¡Enmendar ese daño es lo que más importa…,
percibir la enseñanza que está escondida allí,
y asumir que en la Vida -a la larga…o la corta-,
todo lo que hayas hecho retorna sobre ti…!

Porque un lazo invisible nos encadena y ata
a cada uno que herimos… -por acción u omisión-,
¡y ese mismo grillete de golpe se desata
cuando sinceramente le pedimos perdón!

Y tan sólo hace falta convocar a ese hermano
en el Sagrado Templo que existe en tu interior:
sentirte arrepentido…y extenderle tu mano,
es la llave que te abre las puertas de su amor…

¡Es tan fuerte el efecto del cariño esencial…,
de la actitud más pura…, de la intención sincera…,
que nada se resiste a ese fuego genial
que todo lo redime en su Divina Hoguera…!

Por eso…, si has errado…, comprende, por favor,
que la culpa no lo hace volver al tiempo atrás;
¡todos vamos creciendo de a poco en cada error!:
pide perdón…, y luego… ¡no te castigues más…!