Miro tus ojos y veo
ese fulgor que apacigua,
y eso sucede porque eres,
simplemente, un Alma Antigua.

Has andado en tantos mundos
en tu largo recorrido,
que ya no hay nada de nada
que te deje sorprendido.

Y por eso tu mirada
solo irradia compasión,
benevolencia, dulzura,
y serena aceptación.

Y en esa mirada observo
(como mirando un espejo),
que “algo” muy grande nos une,
“algo” que viene de lejos…

“algo” muy puro y muy santo
que en ambos se domicilia,
y que nos dice en silencio:
“¡son de la misma ¨familia¨! ”

Con su brillo, tus pupilas
me van diciendo, aunque calles,
que sin poder evitarlo,
ya no precisas detalles.

Sabes que “sabes”, y que eso,
proviene de tu historial,
pues llevas esa memoria
en tu ADN ancestral.

Y es que Almas como la tuya
tanta agua vieron correr,
que más que a aprender, vinieron,
a ayudarnos a ascender.

Y al seguir viendo tus ojos
sé, de manera indudable,
que tu corazón es puro,
y tu Luz incomparable.

Y percibo internamente
que jamás podrías dañarnos,
por una razón muy simple:
viniste aquí… ¡para amarnos!