Se cuenta que hace ya eones,
cuando a la Creación plasmaba,
a sus mejores creaciones
Dios un don les otorgaba.

Por ejemplo, al verse grises,
“¡mi don!”, pidieron las flores,
y Dios, mezclando matices
les regaló los colores…

Las estrellas en el cielo
también quisieron su don,
¡y un brillo de terciopelo
les puso en el corazón!

La Tierra lo reclamó
con suave delicadeza,
y Dios se lo concedió
colmándola de belleza.

Y al crear los pajaritos,
(esos “ángeles alados”),
los produjo muy bonitos…,
¡pero los hizo callados…!

“¡Danos el don de la voz!”,
le rogaron al Divino,
¡y la música hizo Dios
al otorgarles los trinos!.

Terminando su tarea,
“¡algo me falta!”, pensó…,
y se le cruzó una idea,
¡y al hombre lo modeló!

Ya acabada la Creación,
-justo en el instante aquél-,
el hombre le pidió un don…
¡y Dios… se introdujo en él!.