Dime, amigo marinero
que navegas sin cesar:
¿qué es lo que tú más valoras
de tus viajes por el mar?

“Yo valoro los embates
del oleaje que golpea…,
y el arrecife imprevisto…,
y la niebla que marea…

Y agradezco las borrascas
que afronté en mi derrotero…,
¡porque los mares en calma
no hacen buenos marineros!”

Dime, amigo montañista
acostumbrado a trepar:
¿qué es para ti lo valioso
en tu incesante escalar?

“Yo valoro los derrumbes…,
y la constante acechanza
de avalanchas y ventiscas
que me dejan su enseñanza…

Y agradezco las pendientes
escarpadas, con aristas…,
¡porque las suaves laderas
no hacen buenos montañistas!”

Y tú, mi amigo aviador,
mientras remontas tu vuelo:
¿qué consideras valioso
por los andamios del cielo?

Yo valoro las tormentas,
y las ráfagas de viento,
y las lluvias repentinas,
y los aires turbulentos…

Y agradezco haber sorteado
el trueno y sus resplandores…,
¡porque los cielos serenos
no hacen buenos aviadores!”

Y tú, amigo caminante
que por los senderos vas,
vagando sin rumbo fijo:
¿qué es lo que valoras más?

“Yo valoro las espinas
con las que andando, me herí:
¡por ellas he descubierto
la flor que llevaba en mí!

Y agradezco el levantarme
cuando caigo, tambaleante…,
¡que un camino sin tropiezos
no hace buenos caminantes!”