Si no sé por qué crees lo que crees,
ni he usado tus sandalias o tu túnica…,
¿cómo puedo pensar que es defectuosa
tu perspectiva personal y única…?

Si mis ojos no han visto lo que has visto,
ni he vivenciado lo que tú has vivenciado,
¿qué derecho me asiste, compañero,
para juzgar que estás equivocado…?

Si desconozco los planes que tu alma
pinceló para el Cuadro de tu Vida…,
¿cómo puedo arrogarme la sapiencia
de aconsejar tu próxima movida…?

Tu experiencia es privada, intransferible,
tan personal como los son tus sueños…,
y nadie puede sopesar, amigo,
si tus pasos son grandes o pequeños…

Cada cuál desenvuelve su destino
tal cómo le susurra el corazón,
y la suma total de esos susurros
¡hace de su existencia una Canción!

Y tu propia manera de cantarla,
es tan valiosa como la de cualquiera,
pues tienes un derecho inalienable:
el de entonarla como tú prefieras…

Y si acaso difieren nuestros cantos,
igual te seguiré dando mi amor…,
porque la luz que en tu interior habita,
¡es la misma que habita en mi interior…!