Ganaré cada batalla sin pelear,
sin usar armas de ninguna clase,
porque en mi vida, pase lo que pase,
no hace falta agredir para ganar…

Porque el que se transforma en agresor
podrá saber de escudos y de lanzas,
pero jamás conoce la templanza
del que se sabe eterno en su interior.

Y si ataca por miedo o por costumbre,
o por un arrebato de crueldad,
le mostraré con actos de bondad
que tiene más valor la mansedumbre…

Ganaré cada batalla sin pelear,
y a cada adversidad, cada infortunio,
le gritaré en la cara, y alto el puño:
“¡a mí tú no me puedes asustar!”.

“Porque para vencerte una y mil veces,
no preciso una espada indestructible:
ya poseo un poder que es invencible,
¡la luz que dentro mío resplandece!”.

Ganaré cada batalla sin pelear,
pero no es sólo cuestión de resistir,
porque hay algo aún más valioso: sonreír,
cuando surgen los percances al andar.

Y aunque el mundo sostenga la premisa
de que ella llega en marzo o en septiembre,
la Primavera irá conmigo siempre,
mientras haya en mi rostro una sonrisa.

Ganaré cada batalla sin pelear,
levantando por bandera el corazón…,
porque es mi más alto bien, la compasión,
y mi secreto, simplemente amar…

Y así, sin defenderme ni atacar,
seguiré transitando mi jornada,
y sin yelmo, sin escudo y sin espada,
¡ganaré cada batalla sin pelear!.