Ya después de registrarme,
y hecho el pago de rigor,
el recepcionista dijo:
“¿qué almohada quiere el señor?”

“Están las de plumas blancas
para soñar maravillas,
y están las de plumas negras
para tener pesadillas.”

“Según la almohada que elija,
así habrá de ser su sueño,
y despertará temblando,
o amanecerá risueño.”

Yo le contesté: ¡qué raro
proporcionar tal opción
entre una almohada que alegra,
y otra que causa aflicción.!

Y respondió allí el empleado:
“no entiendo por qué se asombra,
¿no hay también quienes de día
eligen ya luz, ya sombra?.”

“¿O acaso ante un mismo hecho
la visión no es desigual,
y unos optan por ver bien,
lo que otros encuentran mal?”.

“Cada uno va cargando
sus lentes de fantasía,
y esos lentes, a su modo,
son sus ¨almohadas de día¨ ”.

“Y así hay quienes, diurnamente,
¨sueñan¨ vidas tenebrosas,
como están también aquellos
que las ¨sueñan¨ luminosas.”

Y dígame…, para usted,
¿por qué alguien elegiría
pasar por una experiencia
que no le causa alegría?

“Es que para mucha gente
sólo existe ¨lo que ven¨,
y aceptan calladamente
¨correr siempre tras del tren¨ ”.

“Piensan que ¨así son las cosas¨
en su paso por aquí,
y ya se han acostumbrado
al ¨pobrecito de mí¨ ”.

“En cambio hay otros que saben
que no hay nada que sea fijo,
y eligen mirarlo todo
con íntimo regocijo”.

“Sienten que son los creadores
de su propia realidad,
y hasta de lo más adverso
extraen felicidad”.

“Y así es como cada uno
de su vida es elector,
por eso, volviendo al grano…,
¿qué almohada quiere el señor?”