¿Qué pasa, mi amigo? ¿No estás escuchando?
¿No oyes que la Vida te dice al pasar,
que siempre fue tuya…, y que está esperando
que un día la lleves del brazo a pasear…?

¿Es que no la oyes…?, ahora está diciendo
que para ti, amigo, se puso preciosa!,
¡se calzó sandalias que le pidió al viento…,
y un vestido claro de tules y rosas…!

¿¡Por qué no reaccionas, mi buen compañero?!
¿No escuchas que insiste…y que te reclama…?
Déjame decirte: no es de caballeros
dejar esperando a una bella dama…

Cuánto más demoras…ella más se exalta…,
porque no comprende cuál es tu razón…,
y estruja sus manos…y exclama en voz alta
que te ama de veras con el corazón!

¡Y ahora alza la voz…, y hasta gime y grita
que si todo, todo… te lo ha dado a ti,
-sus flores…, sus trinos…, su luz exquisita…-,
por qué de esa forma la ignoras así…!

¿¡Por qué no la abrazas…?! ¡¿Te ha decepcionado…?!,
¿no te alcanza acaso con lo que te da?:
sus besos más dulces…, su cielo estrellado…,
y el amor que siente por ti adonde va…?”

¡Mira, compañero, cómo están sus rosas…!,
¡cómo se marchitan ante tu indolencia!,
¿no te parte el alma ver cómo solloza…,
mientras tú prosigues con tu indiferencia…?

¿Oyes…? Ahora dice: “…mi fe se desmaya…,
¿por qué no has querido venirme a buscar?;
me siento tan triste…que iré hacia la playa…,
para que mi llanto se pierda en el mar…”

¡No te entiendo, amigo! ¿¡Qué es lo que te pasa?!
¡¿Cómo es que de prisa no vas detrás de ella?!
¿¡Cómo no la sigues?! ¿¡Cómo no la abrazas?!
¿¡Cómo no te llenas el alma de estrellas?!

¡Después no te quejes cuando te rehuya
la dicha en los días que habrán de llegar!,
porque ahora que quiere la Vida ser tuya,
tú…, mi buen amigo…, ¡la dejas marchar!.