Como la flor de loto
cuando anochece,
repliégate en ti mismo
si te parece.

Intérnate en los pliegues
de tu Conciencia,
y ve tras de tu eterna
magnificencia.

Esa que es permanente,
que nunca huye,
y que aunque no la toques
igual la intuyes.

La que de un modo a veces
inesperado,
te lleva a que te sientas
ilimitado.

¡Y qué deleite entonces
en tu camino,
percibir el perfume
de Lo Divino!.

Cada vez que contactas
tu Esencia pura,
pasas a ver la vida
desde otra altura.

Y ves que es cada pleito,
cada batalla,
solo un grano de arena
sobre tu playa.

Y es que al saber que llevas
a Dios por dentro,
expresarlo en tu vida es
cuestión de tiempo.