Cuando te miro de cero mi visión es fresca, pura,
recién nacida, inocente, desnuda de preconceptos…,
libre de las etiquetas y de los estereotipos
que pretenden alejarme del “ser en sí” que en ti observo.

Cuando te miro de cero y estás allí enfrente mío,
me desligo de tu forma, de tu edad y de tu aspecto,
y veo el brillo en tus ojos, y percibo tu grandeza,
antes que quiera la mente ponerte en un casillero.

Cuando te miro de cero se me vuelve irrealizable
crucificar al hermano que ha elegido otro sendero,
porque el corazón no juzga: ¡sabe bien que todos somos
sagradas hojas de oro en el árbol de lo Eterno…!

Cuando te miro de cero, detengo los engranajes,
esos que imposibilitan el que alcancemos a vernos,
y te miro tal cual eres: un alma en su propio viaje,
revelando a su manera su luz en ese momento…

Cuando te miro de cero mantengo los ojos limpios,
y la actitud despejada y el corazón bien abierto,
porque quiero en cada instante verte por primera vez…,
¡aunque se cuenten de a cientos las veces en que te veo!