¿De dónde sacas que eres pequeño,
frágil, inútil y desvalido,
y que no tienes derecho a un sueño,
pues por la Vida marchas perdido?
Cuando te asumes el Dios que eres
en todo tiempo y en toda instancia,
puedes librarte, si así lo quieres,
de que te atrape tu circunstancia.
¿Quién te ha mentido de tal manera
que si no vienes de “buena cuna”,
y es tu raigambre populachera
aquí no tienes ya chance alguna?
Cuando te asumes el Dios que eres
te independizas de tu apellido:
ya no eres Gómez, Quiroga o Pérez,
¡eres eterno, el No Nacido!
¿Cómo es que crees en ese embuste
de que viniste ya con mal pie,
y que te guste o no te guste
ya estás marcado desde bebé?
Cuando te asumes el Dios que eres
te sientes libre como la brisa,
y da lo mismo, por donde fueres,
andar despacio o andar de prisa.
¿Dónde está escrito que solo algunos
no necesitan ningún permiso,
porque son siempre mejores que uno,
y ya son dueños del Paraíso?
Cuando te asumes el Dios que eres
los ves a todos igual que a ti:
iluminados y bellos seres
que hacen más grato tu paso aquí.
¿Cuándo fue el día que decidiste
que no estás hecho para triunfar,
y vas andando callado y triste
como si fueras a lagrimear?
Cuando te asumes el Dios que eres
no existe el triunfo ni la derrota,
¡y no hacen falta súper poderes
para que vueles como gaviota!
¿Puedo decirte algo bien fuerte
-o suavemente si lo prefieres-?:
¡tú reformulas tu propia suerte…
cuando te asumes… el Dios que eres!
Mi amado Jorge:
Desde que fui creada, fui dotada de una chispa divina que me hace una hija muy amada de Dios, y por lo tanto poseo sus genes.
Soy única e irrepetible, soy especial como tu.
¡Bravo, bravo, bravo…, por tu tan correcta y equisita auto-percepción, mi bellísima amiga!
(Además de honrarte y celebrarte, te venero y te amo!)