Cuando me descentro
lo gris se me adhiere,
¡y todo me altera…,
me inquieta y me hiere!,
y las energías
pesadas y densas,
se hacen una fiesta…,
¡y es a mis expensas!

Cuando me descentro
siento que me tira
de un lado el enojo…,
del otro la ira…,
¡y todos sabemos
que esas emociones
desestabilizan
nuestras vibraciones…!

Cuando me descentro
y en mi ofuscación,
pretendo que el otro
me de la razón,
aunque salga airoso
soy yo el derrotado,
¡que siempre del lodo
se sale embarrado!

Pero si recuerdo
que tengo el control,
¡allí en ese instante
prendo mi farol!:
respiro muy hondo…,
me lleno de luz…,
¡y mágicamente
se esfuma mi cruz!

Y nada que pase
siquiera me roza…,
¡y ya no me inquieto
por ninguna cosa!,
y no hay entredichos
ni contrariedades
que logren turbarme
con sus nimiedades…

Y al ver a las cosas
así, tal cual son,
-sin poder alguno
sobre el corazón-,
recobro el asombro
de la gracia plena,
y regreso al brillo
de una faz serena…

Recupero entonces
el gozo exquisito
de volar de nuevo
por el infinito…,
¡y es siempre mi Esencia
quién sale a mi encuentro,
cuando suavemente
retorno a mi Centro…!