Cuando abres tu corazón
de par en par, plenamente,
y como un niño inocente
sólo irradias compasión,
retorna de tu pasado
toda aquella candidez,
¡y te vuelves otra vez
puro, limpio, inmaculado…!

Cuando abres tu corazón
y te nutres de su paz,
te percibes incapaz
de cualquier murmuración,
pues sabes que el que está enfrente,
o a tu lado en el camino,
¡es un Ángel peregrino
que se disfrazó de gente…!

Cuando abres tu corazón,
ya no condenas a nadie,
y dejas que el alma irradie
la total aceptación,
pues encuentras, sin dudar,
en cada ser confundido,
¡un ave lejos del nido
que está aprendiendo a volar…!

Cuando abres tu corazón,
notas un cambio rotundo:
¡parece que es en el mundo…,
pero es en tu vibración!,
pues cuando ella se acelera,
se torna más elevada,
¡y al cambiarte la mirada
cambia también “el afuera”!

Cuando abres tu corazón,
¡sientes el amor de Dios!,
y queda muda tu voz
en la divina fusión…,
y es tan hondo el sentimiento,
tan prístino y luminoso,
¡que te transformas en gozo…,
en caricia…, en luz…, en viento…!

Y te puede acontecer
de repente…, o poco a poco…,
puede parecerte “loco”…,
o algo “que iba a suceder”…,
¡pero que bella emoción…,
qué profunda…, qué sentida…,
qué abrazo te da la Vida…,
…cuando abres tu corazón…!