Respira hondo…, profundo…, aquieta el cuerpo y la mente…
y convócalo a tu ser de la quinta dimensión:
ahora está allí enfrente tuyo, con su luz resplandeciente,
irradiando una frecuencia de altísima vibración…

Siente el amor que te envía desde su aura dorada…,
siente toda esa ternura con la que te está mirando…,
siente cómo te transmite su energía tan elevada…,
y siente como tu cuerpo igual que él está vibrando…

¡Todo ha desaparecido!: el mundo con sus reveses…,
los problemas de la vida…, las cotidiana urgencias…,
la lucha por procurarte tu cuota de pan y peces
en el constante ajetreo que implica la subsistencia.

Sólo él y tú…, compartiendo este momento sagrado,
estableciendo una bella, sacra comunicación,
casi como si flotaras en su nivel elevado…,
casi como si latieran con un solo corazón…

Ahora él pone suavemente sus manos sobre las tuyas,
y una eléctrica descarga lo eleva aún más a tu ser…,
y esa corriente permite que por tus átomos fluya
una luz como tú nunca has podido conocer…

Y en su chakra unificado -en el centro de su pecho-,
un símbolo allí aparece que es tan sólo para ti…,
para que puedas usarlo en tu divino provecho:
puede ser que sea una estrella…, una llave…, o un rubí.

¡Tendrá para ti la magia de ser un “recordatorio”,
pero será al mismo tiempo también un “activador”!,
pues cada vez que en él pienses, con su poder vibratorio
te hará sentir dentro tuyo la energía del amor.

Y recordarás entonces la razón que aquí te trajo…,
las lecciones que te quedan aún por asimilar,
y aquellos aprendizajes que más te cuestan trabajo:
la piedra con que tropiezas… y vuelves a tropezar…

Pero también sentirás en ti un empuje divino,
y la profunda certeza de que esta vez sí podrás,
y de que nada ni nadie se interpondrá en el camino
que te conduce a la dicha… y te conduce a la paz…

Y al despedir a tu ser de la quinta dimensión,
le agradeces conmovido su luminoso papel,
mientras te envuelve la dulce, la cálida sensación
de que en un rincón del alma…, ¡tú ya eres uno con él!.