Cuando ya apartas lo tridimensional,
y un pie colocas en quinta dimensión,
vas trascendiendo a tu ser carnal,
a ese “yo humano” que te hace de anfitrión.

Y allí comprendes bien lo relativa
que es tu experiencia en esta realidad,
porque dependes de la perspectiva
con que te mueves en la dualidad.

Y es que cuando comienzas a adentrarte
en un estado de “conciencia pura”,
allí “lo dual” no puede ya rozarte:
¡no tiene forma de alcanzar tu altura!

“La densidad” entonces ves que era
apenas un ensueño, una ilusión,
que se vuelve “real y duradera”
solamente en tercera dimensión.

¡Y sí…, tú estás feliz…!, no es poca cosa
vivir sonriente como un nuevo Buda,
aislado en tu burbuja luminosa…
pero de esa manera…, ¿a quién ayudas?

Porque no estás aquí para escaparte
de esta febril y densa oscuridad:
cuando la Luz contigo más comparte,
¡mayor es tu responsabilidad!

¿Y cómo conciliar ambos opuestos
para poder vivir despreocupado?,
es simple: se requiere estar dispuesto
a colocar un pie de cada lado.

¿“Cómo se hace”, preguntas?, es sencillo:
te mueves sin juzgar jamás a nadie,
y eliges ver en los demás su brillo,
aún si es pequeño el fulgor que irradie.

Y esa suave alegría que derramas
viene de tu elevada vibración,
y la das porque sí, porque los amas,
sin pedir nada en compensación.

Y así funcionas en lo cotidiano
mirando en derredor desde tu Esencia,
mientras actúas en tu trato humano
desde tu estado alto de conciencia.

Y al no albergar temor de ningún tipo
porque ya nada te herirá jamás,
eres para los otros anticipo
de lo que significa… ¡estar en paz!