Con esa misma delicadeza
con que se alza a un recién nacido,
tan pequeñito…, tan desvalido,
al ver que el mundo con él empieza…

Con esa misma delicadeza
que nos visita, frágil y ambigua,
cuando al mirar una foto antigua
nos toca el hombro cierta tristeza…

Con esa misma delicadeza
con que se arropa a un ser amado,
cuando se duerme, destapado,
y el frío llega con crudeza…

Con esa misma delicadeza
con que nos llegan los “darse cuenta”,
y ese “saber” que se presenta,
es esperanza… y es certeza…

Con esa misma delicadeza
de una caricia sobre el pelo,
con que intentamos brindar consuelo
a quien el llanto lo atraviesa…

Con esa misma delicadeza
con que los duendes de la intuición,
le van mostrando al corazón
lo que no entiende la cabeza…

Con esa misma delicadeza
con que las rosas confraternizan,
y pudorosas, se ruborizan
cuando el rocío cae y las besa…

Y con la dulce gentileza
con que la noche nos trae la calma…,
¡así quisiera llegar a tu alma…!,
con esa misma delicadeza…