¡Cómo te cambia la vida
saber que eres inmortal…,
y que no existe final
en tu existencia expandida!.

¡Qué potente tu viraje
al saber de ese relevo,
y que has de volver de nuevo
aunque con distinto traje!.

Cambia todo lo que ves
si haces carne esa certeza:
que te marchas y regresas
una y otra y otra vez…

Tu mundo se hace más pleno
pues muta tu percepción,
al saber que el escorpión
nunca ha tenido veneno.

¿O acaso, sin ironía,
cuando estás muy agobiado,
no dices esperanzado:
“mañana será otro día”…?

Entonces, de igual manera,
-si es tu vida un desatino,
y te ha tocado un destino
distinto del que quisieras-,

…puedes, querido, querida,
sentir alivio en el alma,
al recordarte con calma:
“¡ya ha de venir otra vida!”

¡Y entonces hay armonía
en tu forma de ver todo,
pues se modifica el modo
de despertar cada día!.

Ya no existe en adelante
ni ansiedad, temor o prisa:
¡solamente la sonrisa
de un perpetuo caminante!,

que subraya en su cuaderno
con actitud distendida:
“¡cómo me cambió la vida
el saber que soy eterno!”