El día, compañero,
en el que veas
que tu cielo y tu infierno
son sólo ideas…

El día en el que sientas
completamente
que tu vida se plasma
desde tu mente…

El día en el que captes,
sin más dispensas,
que al otro lo percibes
según lo piensas…

El día en el que entiendas
que es tu ideación,
la que todo lo atrae
por vibración…

El día en el que asumas
que tu pensar,
va trazando la senda
que has de pisar…

El día en el que aceptes,
sin duda alguna,
que están en tu cabeza
ruina y fortuna…

Ese día bendito,
¡bendito día!,
no aceptarás idea
que sea sombría.

Y a partir de ese instante,
-¡lo juramento!-,
¡será sólo brillante
tu pensamiento!