Cuando el sol se oculta
miro al firmamento,
¡y no hallo palabras
para lo que siento!

La luna, grandiosa,
se asemeja al verla,
a una gargantilla
de una sola perla.

Lejanos, los astros
sólo parpadean…,
(¿estarán buscando
que por fin los vean…?)

(¿Será que ellos sienten
que sin un humano
que los esté viendo,
van brillando en vano…?)

Sea como sea,
la noche, exquisita,
derrama en nosotros
su paz infinita.

¡Qué sería sin ella
de los soñadores,
y de los amantes…,
y de los creadores…!

¡Y qué de las almas
que con loco empeño,
van tras de la estela
plateada de un sueño…!

¿Sabes por qué en ella
alzan sus santuarios
los iluminados
y los visionarios…?

Porque enciende hogueras
en sus corazones,
y avivan sus brasas
las inspiraciones…

(¿O acaso vio alguien
que en los mediodías
se tejan las redes
de las utopías…?).

Para lo prosaico
son las horas diurnas,
¡para el embeleso…
están las nocturnas!,

cuando arrebatado
quién sabe por qué,
el hombre recuerda
lo que siempre fue…

y en la remembranza
de la luz aquella,
el alma sonríe…,
pues se sabe estrella…

Por eso, los sabios,
-casi a media voz-,
dicen que las noches…
son besos de Dios…