¿Te has preguntado, mi amigo,
-respecto a tu propia vida-,
si está valiendo la pena
el modo en que la transitas…?

Porque no es “dónde has llegado”
lo que revela excelencia:
¡es la manera en que viajas
lo que hace la diferencia!

¿Disfrutas de cada instante
mientras lo vas vivenciando…,
o te comportas como esos
que viven futurizando…?

“¡Mañana será el gran día!”,
se dicen, y sin embargo,
de qué sirve ese “mañana”
si el “hoy” les pasa de largo…

“Más adelante…”, “después…”,
“ya se verá…”, “en el futuro…”,
¡y se evaden del momento
con inusitado apuro!

“¡Posponer!” es la consigna
que agitan dentro de si…,
y se fugan del “ahora”…,
y se escapan del “aquí”…

¡Y pierden el estar vivos!:
este punto en la existencia,
cuando fluye con la vida
el río de la conciencia.

Si tú eres como ellos,
has un alto en tu camino,
y piensa en la inconsistencia
de ese enorme desatino.

Detén la marcha alocada
de lo que va y lo que viene,
y trata de ver qué pasa
cuando el reloj se detiene…

¡Porque es todo lo que existe!:
este minuto fugaz,
que llega, que se te ofrece…,
¡y de pronto no está más!

Siente su dulce latido…,
entra en él hondo, muy hondo…,
y descubrirás entonces,
que ya en la forma… ¡está el fondo!