Fuiste en vidas pasadas alquimista, profeta,
sanador en tu tribu, sabio, sacerdotiza,
ermitaño, vidente, chamán, anacoreta,
mago, predicador, maestro, pitonisa.

Pero tanta energía puesta en lo misterioso
en algún punto, amigo, te ha costado muy caro:
¡muchos te señalaban como alguien peligroso…,
que “invocaba demonios”… y andaba en “algo raro”!

Por buscar lo Infinito pagaste un alto precio,
medido en soledad…, en cárcel…, en locura…;
la gente te ha tratado con crueldad y desprecio…,
y tu final fue a veces la hoguera… o la tortura…

Por eso ahora transitas liviano de inquietudes,
enfocado tan sólo en “el pasarla bien”,
y escapas raudamente de etéreas beatitudes,
como si te dijeras: “¡ya no subo a ese tren!”

“¡No me hablen de lo Sacro…, lo Divino…, lo Eterno…,
ni de La Fuente en mí…, ni de ¨acallar la mente¨…,
que eso ya me ha costado los fuegos del infierno,
y hoy solamente quiero pasar discretamente!”

Y es que allí en tu ADN están almacenadas
las vívidas memorias de tanta adversidad,
por eso ahora prefieres mantener bien guardada
en el cofre del alma tu espiritualidad…

Fue tan duro el castigo…, has padecido tanto
por revelarle al mundo tus luminosos dones,
que a fuerza de suplicios te has “curado de espanto”,
¡y en esta vida eliges “estar de vacaciones”!

Pero miro en tus ojos, ¡ah…, preciosa alma antigua!,
y en tu mochila veo tanta sabiduría,
que me cuesta entenderte en tu conducta ambigua,
y el modo en el que esquivas cualquier epifanía.

Más déjame decirte que en tu próxima vida
-al irse disolviendo las sombras de tu cruz-,
has de volver al ruedo con tu antorcha encendida…,
no podrás evitarlo…: ¡eres un ser de luz…!