Cuando es pobre tu autoestima
y te sientes “poca cosa”,
la Vida te acerca espinas
en vez de acercarte rosas.

Si piensas que vales poco,
el mundo pensará igual,
pues se refleja en los ojos
esa tiniebla mental.

Y al pasar por la existencia
como pidiendo permiso,
derrotado en tu apariencia,
con la vista por el piso,
tú mismo te has convencido
que no tienes facultades,
que eres débil, desvalido,
y sin posibilidades.

¡Y claro que será así!,
porque eso es lo que proyectas,
y lo que piensas de ti,
¡siempre te viene de vuelta!

En cambio, cuando te asumes
como una pieza divina,
y le das paso al perfume
de tu esencia cristalina,
surge en ti una vibración
que te llena de optimismo,
se expande tu corazón,
y te dices a ti mismo:

“yo soy valioso, importante,
sin frontera ni medida…,
y lo soy en este instante,
y para toda la vida!”

“Tengo del Cielo un retazo…,
tengo en la Luz mi sustento…,
¿y es que puede haber acaso
un mayor merecimiento…?”

Y al reconocer a ultranza,
con certeza cegadora,
que estás hecho a semejanza
de la Conciencia Creadora,
percibes un regocijo
que no depende de nada…,
¡porque te sabes el Hijo
de una Fuente Ilimitada!

Y tu mirada con calma
le dice al mundo “¡aquí estoy…:
lo llevo a Dios en el alma…
por dondequiera que voy…!”.