¡Imagina la vida sin reproches,
qué dulce y qué preciosa que sería…,
qué serenos los días y las noches…,
qué flujo luminoso de armonía…!

¡Y es que el reproche todo lo estropea!:
¿a quién no se le encoge el corazón
cuando a la piel del alma la tajea,
como una daga, la recriminación…?

“Echar en cara”…, “pasar factura”…,
ir esparciendo reprobaciones…:
¡son todas gotas de tinta oscura
que vuelven turbias las relaciones…!

Y ese tóxico impacto en tu energía
obstruye el flujo del chakra emocional,
contrae el aura… y hace que la empatía
se quiebre como un vaso de cristal…

Y el niño pequeñito que cargamos
-quien más…, quien menos-, con sus ojos tristes,
se acurruca en el alma, lastimado,
mientras solloza: “¡otra vez me heriste!”.

Más cuando abandonamos de una vez
la desaprobación y la censura,
y aceptamos al otro tal como es…,
¡asoma en nuestros ojos la ternura!

Ese mirar sereno y expandido
que lo ve todo desde el corazón,
pasa por alto cualquier malentendido,
cualquier error supuesto, u omisión.

Se lo ve al otro como a un ser valioso
que transita su senda a su manera,
y se le da el regalo más precioso:
¡el de una apreciación noble y sincera!

Tu vibración entonces va diciendo:
“¡te quiero como sos, mi buen hermano,
porque los dos estamos aprendiendo
esto de ir de ¨humano¨ a ¨suprahumano¨”!

¡Y el aura se satura de colores…,
y el corazón se abre de par en par,
y tus ondas de luz son como flores
que solamente saben perfumar…!

¡Intenta, amigo, que en tu trato diario
con tus padres, tus hijos, tu pareja,
con tus amigos y tu vecindario,
ya no existan las críticas y quejas!

¡Porque no hay mejor modo, camarada,
de hallar paz en tus días y tus noches,
que transmitir amor con la mirada,
y alejar de tus labios los reproches…!