¿A quién quieres rescatar…?,
¿al que no logra escapar
de sus aflicciones vanas?
¿A los que ven todo oscuro,
y ni siquiera hallan puro
al sol de cada mañana?

¿A los que marchan perdidos
por los ya descoloridos
laberintos de la mente?
¿A quien va quemando etapas
porque un gozo se le escapa:
el de “vivir”, simplemente?

No pretendas, compañero
que avancen en sus senderos
del mismo modo que tú,
porque nada es similar:
ni cada ola del mar,
ni el álamo y el bambú.

Ellos tienen sus cuestiones
para acceder a sus dones
o procesar lo sombrío:
temas de vidas pasadas,
o de una infancia angustiada,
o el corazón hecho un lío.

Resiste la tentación
de marcar la dirección
que te parece correcta,
que la que a ti te ha servido
en tu propio recorrido…,
¡para otros será imperfecta!

Sólo mantente calmado,
con el trato delicado
de un amoroso testigo,
que no juzga ni interfiere
y a todos por igual quiere,
ya sean ricos o mendigos.

Pues no has venido a salvar,
ni a arreglar o rescatar
las vidas de los demás:
cada uno en su destino
avanza en orden divino
buscando su propia paz.

Sabe que tras de sus dramas,
ya tienen un cronograma
para despertar un día,
y en ese momento arcano
habrán de tomar la mano
de la Divina Armonía.

Tú sostén alto tu enfoque,
y cuando tu Luz los toque
sin un asomo de duda,
sentirás que es tu Energía,
-la que irradias cada día-,
¡tu más amorosa ayuda!

Pues tienes, en la ocasión,
una sola obligación
cuando te toca cruzarlos:
una sola, amigo mío
que menguará su vacío…,
¡y es únicamente amarlos!.