Cuando el humano eleva su rango vibratorio,
y pone un pie en un Plano donde pocos han ido,
no se transforma en alguien que cambia su envoltorio:
sigue siendo un humano…¡en estado ascendido!
No muda su formato: es igual en lo externo,
por más que haya empezado su mutación temprana,
y su ADN active su “relojillo interno”,
anticipándole hoy, “lo normal” de mañana:
Y si a ti te ha pasado de sentirte “más grande”,
y a veces tu piel luce con un brillo inusual,
no te alarmes, amigo: es tu aura que se expande,
mientras andas tu propio “proceso ascensional”.
Y también es probable, (¡muy probable, diría!),
que tu propia intuición de a poco se incremente:
tu glándula pineal se activa día tras día,
y te llegan visiones que antes no eran frecuentes.
Y el “Asiento del Alma”, (tu Divino Merkaba),
es posible que aumente su giro acompasado,
(¡y allí no te preocupes si cuando meditaras
tu cuerpo oscila un poco hacia uno y otro lado!).
Será tal el arrobo, tan grandioso ese estado,
y disfrutarás tanto de esa fase ascendida,
que de la Luz que irradies te quedarás prendado,
¡y desearás quedarte allí…toda la vida!
Más déjame avisarte (por si tal vez te pasa),
que si en ti apareciera “un yo” un tanto inusual,
(un “algo” dentro tuyo que a tu humildad reemplaza),
eso es lo que se llama “el ego espiritual”.
Tal “yo” se auto rotula (de un modo algo infantil),
como “más importante” que tus demás hermanos,
porque al tener acceso a un nivel más sutil,
de manera incipiente, atisba “en otros planos”.
Por eso te recuerdo: marchamos codo a codo,
y si pones un pie en un mundo elevado,
ello no te habilita, jamás, de ningún modo,
a creerte “más grande” que el que va a tu costado.
Y no es que pase algo muy grave o importante
si acaso es que cayeras en tal infatuación:
sucede que de un modo sutil y relevante,
¡así retrasarías tu propia evolución!
Vivir con humildad (cuando es bien entendida),
te lleva a ir esparciendo compasión y ternura,
y a medida que marchas sereno por la vida,
tu corazón, de a poco, ¡solo irradia dulzura!
¡Todos marchamos juntos!, y mientras avanzamos
en el transcurso de este largo peregrinar,
con esfuerzo, de a poco, lentamente aprobamos
la lección más difícil: ¡la de Amar por Amar!