¡Claro que es bello sin duda alguna
trepar en alas de las gaviotas,
o en una hamaca de blanca luna
sentir pasmado como que flotas!

¡Quién no quisiera bajo las nubes
ser transportado por colibríes,
y en ese gozo con el que subes
tan solo ríes, y ríes, ríes…!

¡Y qué inefable surcar el cielo
asido a un ramo de mariposas:
desde el andamio de ese alto vuelo
se ven tan nimias todas las cosas!

Y si son globos los que te elevan
entre los pliegues del vasto tul,
sentirte etéreo mientras te llevan
más y más lejos por el azul.

O hasta colgado de los relojes
buscando tiempos más angelados,
saberte libre mientras escoges
entre mil rumbos jamás soñados.

Pero si ansías llegar muy alto
no necesitas nada de eso:
tú mismo puedes dar el Gran Salto
sin que te ayuden en el proceso.

Porque hay un vuelo que sí va lejos,
un vuelo multidimensional:
¡del otro lado de los espejos
hay mundos hechos de luz-cristal!

Solo precisas ir hacia adentro,
y allí en el centro de ti te instalas,
pues justamente es desde ese centro
donde despliegas tus bellas alas.

Son invisibles al ojo humano,
pero percibes su pura esencia,
cuando Algo inmenso toma tu mano,
y te haces Uno con Tu Presencia.

Y en ese justo momento exacto
en que te empieces a remontar,
dirás entonces estupefacto:
“¡Vaya…, qué fácil… que era volar!”.