Somos más grandes de lo que creímos:
¡somos un ser multidimensional!,
y en la medida en que lo asumimos,
cambia nuestra noción de “lo normal”.

Ya son cientos de miles las personas
que lo sienten vibrar en su interior,
una especie de Yo que se expansiona
buscando una expresión mucho mayor.

Y ese Yo ansiando que tú lo incorpores,
¡eres tú mismo en QD!,
buscando el modo de que rememores
cómo sintonizar su vibración.

¿Sabes cuándo lo sientes un instante
incluso aún sin percatarte de ello?:
cuando en algún ocaso deslumbrante
te transportas al ver algo tan bello.

Y mientras vuela el alma hacia otro plano
y el mundo te parece inmaterial,
estás teniendo, amigo, de su mano,
una vislumbre quintadimensional.

Pero después retornas a tu cerco,
y ante la solidez de tu envoltorio,
se te olvida que tú no eres tu cuerpo,
ese traje de carne transitorio.

Ya no te acuerdas de tu Yo expandido,
vuelve a atraparte tu porción mundana,
y ese atisbo del Cósmico Latido
se pierde en tus presiones cotidianas.

La vida diaria con sus contingencias
te somete a sus ritmos apremiantes,
y en esa prisa por la supervivencia,
lo urgente lo desplaza a lo importante.

Hasta que al fin al borde del quebranto,
y hastiado de tu esfuerzo pertinaz,
al Cielo clamas en tu desencanto:
¡¿pero esto es todo?!, ¿es que no hay algo más?!

¿Y sabes quién te abraza en ese instante?:
¡tu propio Ser de Luz allí brillando
en su vigilia de perpetuo amante,
esperando por ti…, siempre esperando…!