¿Eliges cada momento
las ideas en tu cabeza?
O dicho con más simpleza:
¿escoges tus pensamientos?

¡Selecciona los que surgen!:
mira que es siempre una idea
la que excluye o la que crea
las cuestiones que te urgen.

Y si aparece, furtiva,
una que empaña tu paz,
entonces dite, tenaz,
y con voz bien alta y viva:

“¡Yo escojo mis pensamientos!:
abrazo los que me elevan,
y excluyo los que me llevan
a impregnarme de lamentos.”

Y si acaso una aflicción
persiste en nublar tu día,
piensa en cómo se vería
vista con otra visión.

¡Yo escojo mis pensamientos!:
y me quedo con los puros,
los que se saltan mil muros
por ver otros firmamentos.

Si insistes en esta senda
tu mente hará lo que digas:
¡será tu mejor amiga,
y te quitará tus vendas!

¡Yo escojo mis pensamientos!,
y adoro los que con calma
van acariciando el Alma
y la nutren cien por ciento.

Y verás que no te asombras
si en ti la Luz se refleja
cuando lo oscuro se aleja…
porque la Luz…, ¡no da sombra!

¡Yo escojo mis pensamientos!:
y si me llenan de paz
y la irradio a los demás…
¡entonces más los sustento!

¿Y por qué es esto, al final,
cierto, claro y contundente?,
porque la Vida, realmente,
¡es un estado mental!

(Y habrá en ti el presentimiento
del mundo vuelto un Edén,
el día en que cada quien
¡escoja sus pensamientos!)