La alquimia es el proceso de tu transmutación…,

¡y tu laboratorio se halla en tu corazón!,

y el caldero del mundo te da los materiales

en las cosas sublimes…y en las cosas banales…

y a fuerza de zozobras…, de avance y retroceso,

¡te vuelves taumaturgo de tu propio proceso!,

que en la fricción constante, y en el constante choque,

el roce de la vida va elevando tu enfoque…,

y al fin, cuando abandonas la mirada lineal,

se vuelve tu conciencia multidimensional:

cambia tu perspectiva de quién eres realmente:

de “sólo y fragmentado”, a ser omnipresente…;

de “pequeño, indefenso, y lleno de temor…”,

a sentirte infinito, pletórico de amor…

y al dejar a un costado tu celda de ficción,

¡te asumes un Maestro de la Aceleración…!

Tu frecuencia de luz gira de tal manera,

que se hace luminosa toda tu vida entera…,

y así, sencillamente, de tanto vibrar alto,

al cielo de tu alma lo tomas por asalto…,

y empieza a transformarse tu cuerpo emocional,

en la tan anhelada “piedra filosofal”.

Entras en tal estado de dulce aceptación,

que abrazas los opuestos desde tu corazón:

comienzas a sentirte hermano de tu hermano,

y ves, con ojos nuevos, lo puro en lo profano…

Asumes tu grandeza en cualquier escenario,

y extiendes sobre el mundo tu luz de visionario…,

y cual símbolo vivo de amor y de ternura,

esparces por tu senda compasión y dulzura…

¡Y es que al plomo del ego transmutaste, al final,

en la pura radiancia del oro espiritual!

Vuelves a ser entonces quien eres en esencia:

¡un Ángel que despliega su amorosa presencia!,

un Ser de Luz pisando el polvo del camino…,

un Enviado del Cielo…, ¡un Humano Divino…!