Si me abrazo, te abrazo…, si te grito, me grito…,
¡porque somos “lo mismo”…bajo el cielo infinito…!

Venimos de igual luz…, vamos por igual barro…,
y estamos todos juntos jalando el mismo carro:

…no importa si tu paso es lento…o es veloz…
¡porque no hay diferencias a los ojos de Dios!

Y eso que te preocupa…, ¡también me inquieta a mi!,
¡que el zapato me aprieta como te aprieta a ti!

Porque somos las hojas de un Árbol formidable
que a veces crece firme…, y a veces inestable…,

y aunque a veces parece tumbarse sobre el suelo…
¡siempre termina alzando sus ramas hacia el Cielo!

No importa si cantamos en ruso, o en ingles…,
en chino, en español, …en árabe o francés…:

¡…siempre nuestras canciones giran alrededor
de la vida y la muerte…, del amor…y el dolor…!

Y es que somos las olas de una misma marea…,
que a veces nos arrulla…y a veces nos golpea…

Dentro de nuestro pecho, brilla una luz eterna:
¡no importa si es un faro…o si es una linterna…!

Lo que importa es que brilla…, y que en su resplandor,
nos recuerda que todos venimos del amor,

…y que juntos andamos idéntico circuito…
¡porque somos “lo mismo” bajo el Cielo infinito…!