Su carácter no era precisamente amable…:
¡algunos la veían incluso detestable!,
y tal vez ya cansado de oírla rezongar,
su esposo, una mañana, se marchó del hogar…

Le costó reponerse de ese golpe feroz…,
más su temperamento, y su enorme fe en Dios,
hicieron que cerrara más rápido la herida…,
y pensando en sus hijos…¡se plantó ante la Vida!

Y a la vez que bregaba por salir adelante,
se decía a si misma, con inusual talante:
“de una manera extraña…-que aún no alcanzo a entrever-,
¡esto llega a mi vida para hacerme crecer!”

Y luchó duramente para que el frágil bote
de ese hogar sin un padre…, ¡se mantuviera a flote!,
y mientras lo lograba, se dio cuenta, asombrada,
¡que se iba suavizando de a poco su mirada!

Pero la mala suerte metió otra vez su baza:
¡por adeudar impuestos le quitaron la casa!,
…y a comenzar de nuevo…, en un galpón prestado…,
con un nudo en el pecho…y los puños cerrados…

Y en medio de su pena, cada noche, al dormir,
con serena templanza se volvía a repetir:
“de una manera extraña…, -que aún no alcanzo a entrever-.
¡también esto ha llegado para hacerme crecer!”

Y bregó tenazmente, sin pausa…y a destajo…,
y a la tarea que hacía, le agregó otro trabajo…,
y con la fe que nace sólo del corazón,
¡del barco de su Vida enderezó el timón!

Y en medio de su esfuerzo, y de su sacrificio,
-como si se tratara casi de un santo oficio-,
sintió que sus modales, -antes tan inestables-,
¡se tornaban más tiernos, más dulces, más amables!

Y cuando ya asomaba más claro su futuro,
-los hijos en la escuela…, un trabajo seguro…-,
el destino de nuevo le arrebató esa estrella…,
¡y una grave dolencia se encarnizó con ella!

Con su fe tambaleante…, y la confianza herida…,
afrontó una vez más las pruebas de la Vida…,
porque algo susurraba, profundo, en su interior,
¡que cada desventura llega para mejor!

Y retornó a decirse, allí…, en el hospital,
mientras valientemente afrontaba su mal:
“de una manera extraña…, -que aún no alcanzo a entrever-,
¡esto también sucede para hacerme crecer!”

Fue el combate más duro que le planteó su suerte:
¡llegó a rozar incluso los bordes de la Muerte!,
pero salió del trance tras una operación…
¡y pudo recobrarse su ajado corazón!

Y volvió a su rutina…, su casa, su familia,
-¡después de tantas horas de dolor y vigilia!-,
con una perspectiva de la Vida cambiada…,
más sereno el semblante…¡más luz en la mirada!

Como si lo vivido, tras tanto padecer,
hizo que aflore en ella una nueva mujer:
una mujer templada…serena…, que irradiaba
un cálido destello…que a todo lo abrazaba…

Una mujer que ahora, con su sola presencia,
ejercía sobre todos una dulce influencia…,
como si transformara lo tosco en delicado…,
lo insulso en luminoso…, lo gris en coloreado…

Y que siempre tenía una palabra amable…,
una mirada tierna…, un abrazo amigable…
Y que ante las penurias que ayer la contrariaban…
¡ahora se sonreía…porque le resbalaban…!,

…y amaba por igual, los cardos… y las rosas…,
¡mientras sobrevolaba, feliz, sobre las cosas…!,
y en los atardeceres, se decía para sí,
-mirando el horizonte naranja y carmesí-:

“Fue duro mi camino…y a veces, hasta atroz…,
pero sin duda alguna, ¡se lo agradezco a Dios!,
porque de un modo claro que ahora sí alcanzo a ver…
¡todo llegó a mi Vida para hacerme crecer!”