¡Eres tan grande en tu inocencia…!
¡Eres tan fuerte en tu ternura…!
¡Pero es tan frágil tu apariencia
cuando me escondes tu dulzura…!

¡Si, ya lo se que es cruel la vida!,
¡y que es difícil…, y que es dura!,
y la confianza malherida
alza barreras con premura…

Más si te miro simplemente
por el revés de tu armadura,
¡lo que allí encuentro es solamente
la candidez de un alma pura…!

Y en tu mirada brillan sueños
de un dulce tiempo que aún perdura…,
¡cuando a tus ojos de pequeño
sólo había juegos y diabluras…!

¡Y es que seguimos siendo niños
que han disfrazado su estatura…!,
y han ocultado su cariño…,
y enmascarado su hermosura…

Por eso quiero proponerte
la más osada travesura:
¡recuperar aquella suerte
de candidez y de frescura!

Y con la dulce transparencia
con que se dan las almas puras,
¡yo te regalo mi inocencia…,
y tu me obsequias tu ternura…!