Porque he aprendido a detenerme…,
me quedo absorto ante un cielo estrellado,
¡y le pido su brillo de prestado
para resplandecerme…!

Porque he aprendido a detenerme…,
oigo el murmullo que me trae el viento,
¡y me transformo en puro sentimiento
cuando empieza a envolverme…!

Porque he aprendido a detenerme…,
trepo a un rayo de luna en la ventana,
¡y mi alma vuela tras de la persiana
mientras la Vida duerme!

Porque he aprendido a detenerme…,
puedo parar el mundo con mi aliento,
¡y subirme a ese mágico momento
que viene a estremecerme…!

Porque he aprendido a detenerme…,
consigo registrar de cada día,
la más dulce y etérea epifanía
que pudiera ofrecerme…

Porque he aprendido a detenerme…,
puedo mirar tus ojos inocentes…,
-¡que son los ojos de toda la gente!-,
…y en ellos disolverme…

¡Ya nada bello puede ajeno serme!:
ni el aleteo de una mariposa…,
ni el efímero aroma de una rosa…
¡porque he aprendido a detenerme!