Sentirse en paz
ahora y aquí,
es percibir
lo eterno en ti…

Y es invocar
a voluntad,
esa total
serenidad…

La perfecta quietud no es solamente
quedarte inmóvil absolutamente
mientras interiorizas tu atención:
es poder sostener ese reposo,
y esa conciencia de sereno gozo,
también cuando te pones en acción.

Y es ir jugando el juego de la vida
de una manera libre y desprendida,
sin miedos, sin certezas y sin dudas,
y aunque a tu alrededor mande la prisa,
es seguir sosteniendo una sonrisa,
porque te has vuelto tú, tu propio Buda.

Tranquilidad,
y placidez,
y una asombrosa
lucidez…

Y arrobamiento…
y elevación…
y el mundo lejos,
en suspensión…

La perfecta quietud es ir centrado,
imperturbablemente relajado,
aunque haya caos a tu alrededor,
y deslizándote entre dos niveles,
es poder mantener ambos papeles:
el de actor principal…, y espectador.

Y es ver la ola que lo arrasa todo,
junto al oleaje de gentiles modos,
y agradecerle a ambos su llegada,
porque percibes que en la eterna rueda
los dos son caras de una igual moneda,
¡una moneda que no compra nada!

Infinitud…
Divina unión…
Dulce embriaguez
del corazón…

al percibir
paz celestial,
hecha de pura
luz-cristal.

Y tú, cual Danzarín de lo Infinito,
haciendo a un lado lo que ya esta escrito,
eliges ver la flor allí en el lodo,
y como un jugador de doble cara,
juegas el juego como si importara,
mientras sonríes, más allá de todo…

Ahora y aquí…
Ya no hay después…
Solo hay fusión
con Lo que Es…

Porque esa paz
y ese esplendor,
nacen de ti…,
de tu interior…