Cuando la mente, amigo mío, quiera arrancarte del momento,
con su ansiedad…y con su culpa…y con su paso fantasmal…,
prueba a decirte, (concentrado, en lo que sea que estés haciendo):
¡“Me quedo en esto…sólo en esto…, que sólo esto es lo real!”

Y si ella insiste en convencerte de que “el después” será mejor,
para envolverte en la ilusión… de un goce al fin siempre pospuesto,
¡no le hagas caso, compañero!…: volvé a decirte con fervor:
¡“Me quedo en esto…sólo en esto…! ¡No hay otra cosa aparte de esto…!”

Y cada “esfera de tu ahora” se irá fundiendo en la siguiente,
-con el pasado detenido…, con el futuro congelado…-,
mientras te dices a ti mismo, en un “contínuo permanente”:
“¡Me quedo en esto…sólo en esto…, que sólo esto me fue dado!”

Y al vivenciar así el instante…, al consentir que sólo sea…,
-sin la promesa del mañana…, y sin el ancla del ayer…-,
irás sintiendo que te llega -como a la playa la marea-,
el delicioso regocijo de simplemente…¡sólo ser!