Nuestros hermanos
de las estrellas,
tienen consignas
que deben cumplir:
visitar mundos
sin dejar huellas,
y contemplarlos
sin interferir.

Pero al ir viendo
que nuestra Tierra
iba derecho
hacia su final
por una horrible
y última guerra,
surgió de pronto
una idea genial.

Al ver que todo
se desmadraba,
y ellos, prohibida
su intervención,
este plan nuevo
sí que cuadraba:
¡que encarnen Almas
de alta evolución!

Y no haría falta
que estos enviados,
hicieran “algo”
por la Humanidad:
ya su presencia
haría a un costado
las energías
de la oscuridad.

Se precisaban
Almas novatas,
que no tuvieran
un sesgo anterior,
y que de forma
muy inmediata,
colaboraran
desde el puro amor.

Cuando en Lo Alto
se hizo “El Llamado”,
en ese instante
dijiste “¡yo voy!”,
y te anotaste
al Voluntariado
y por tal causa
es que aquí estás hoy.

Se te imprimieron
casi de apuro,
recordaciones
de vidas ficticias,
más no sirvieron
para ir seguro,
y hoy te destacas
por tus impericias.

A diferencia
de un Alma antigua
que vivió todo
lo que hay que vivir,
tú, Alma nueva
aún averiguas
cómo se hace y
por dónde hay que ir.

Vas por el mundo
desconcertado,
pues no recuerdas
por qué estás aquí,
y como un Ángel
desmemoriado
aún te preguntas
¿“dónde me metí?”

En tu inocencia
y en tu torpeza,
vas a los tumbos
de aquí para allá,
pero te ayuda
esa pureza
del que no sabe
lo que es la maldad.

Y es tu mirada
la delatora
de tu nobleza
y tu altruismo,
pues en tus ojos
es donde aflora
que amas al otro
como a ti mismo.

¡Oh, Voluntario,
cuánto te admiro
por lo empinado
de tu Intención!:
como una joya
de azul zafiro,
así destella
tu vibración.

Por tu frecuencia
tan elevada,
y la de miles
iguales a ti,
es que una bella
Era Dorada,
muy suavemente
se acerca hasta aquí.

Y mientras ellos
brillan dispersos
entre países
de toda clase,
son un obsequio
del Universo
¡para una Nueva
Tierra que nace!