(Idea central tomada de un cuento hindú)

¡Nunca se vio en la Tierra amor tan puro…!
¡Nunca se vio en la Tierra amor tan casto…!
¡Si hasta lo comentaban en el cielo,
la misma luna con los astros…!

Ella miraba el mundo por sus ojos…
El respiraba el aire con su aliento…
Y caminar tomados de la mano…
¡era como abrazar el universo…!

Aquella parejita de pastores,
sin tener nada…ya lo tenían todo… :
el sol…la luna…el viento…las ovejas…,
¡y se tenían el uno al otro…!

Casi no precisaban de palabras… :
se hablaban de corazón a corazón…,
con el lenguaje de lo simple y bello,
que es el lenguaje del amor…

Después de haber guardado la majada
en un corral de piedras en el valle…,
se sentaban muy juntos…en silencio…
a ver morir la tarde…

Y era el deleite de ella, cepillar
aquella larga cabellera oscura…
-como su madre la tuviera en vida,
casi rozando la cintura…-

Mientras tanto, él cargaba con cariño,
la vieja pipa que le dejó su padre…,
…y el humo blanco del tabaco negro,
dibujaba volutas en el aire…

Y no necesitaban de otra cosa… :
¡nada precisa un corazón colmado…!
¡y hasta las aves detenían su vuelo…
para honrar ese amor limpio y claro…!

Los días se calcaban en su marcha :
la lluvia…el sol…el valle…las esquilas…,
y por las tardes, sus respectivas ceremonias…
con el cepillo…y con la pipa…

Pero un día a él…se le acabó el tabaco…,
y a ella, a su vez…se le rompió el cepillo…,
y desde entonces los atardeceres…
perdieron algo de su brillo…

Una neblina tenue de tristeza
quedó flotando allí desde ese día… :
el se amargaba por el pelo de ella…,
…y ella penaba por la pipa vacía…

No tenían forma de recobrar sus “lujos” :
el escaso dinero de la esquila,
-unos pocos billetes desteñidos-,
sólo alcanzaba para la comida…

Una mañana…cuando rayos de oro
entibiaban la cima de los cerros,
los dos bajaron, tomados de la mano,
caminando hasta el pueblo…

El descendía apoyado en el bastón
con que caminan siempre los pastores…,
y ella andaba con su pelo recogido
bajo un gorrito de colores…

(Recordaba que en otro viaje le habían dicho
-en un viejo almacén de compra/venta-,
que podría venderle su cabello
a un fabricante de muñecas…)

Al llegar a la plaza, muy callados…
muy pensativos…con aire de misterio,
separaron sus rumbos por un rato
-por vez primera en mucho tiempo-.

La mañana pasó serenamente,
-como pasa la vida en esos pueblos-,
con ese paso casi detenido,
de tan cansino y lento…

Y al rato se encontraron en la plaza…,
brillaba en sus miradas un sol nuevo…,
y en silencio, abrazados, retornaron
a su casita entre los cerros…

Al llegar, el extrajo de sus ropas
un envoltorio, hecho de papel viejo…,
mientras ella sacaba de las suyas,
un paquete pequeño…

Asombrados, se dieron uno al otro
sus humildes obsequios…
¡era el primer regalo que se hacían
después de mucho tiempo…!

¡Cómo brillaban los ojazos de ella
al empuñar aquel cepillo nuevo…!
¡y el miraba la bolsita de tabaco,
con alegría…y desconcierto…!

Y al unísono, se dijeron uno al otro,
(con idéntico tono consternado) :
-“¡vendí mi pipa para tu cepillo…!”
-“¡vendí mi pelo para tu tabaco…!”

Y al darse cuenta de lo que habían hecho…
¡cómo lloraron los dos…estremecidos…
traspasados de amor y de ternura,
por ese gesto compartido…!

Y el la tomó extasiado entre sus brazos…
¡y giraron…giraron como chicos…
al compás de una música grandiosa…
…tan sólo audible a sus oídos…!

¡Y no importaba nada…nada…nada…!
¡ni tabaco…ni pobreza…ni cepillo…!
¡ni majada…ni pipa…ni cabello…!
¡ni el vano sacrificio…!

¡Sólo había amor en ese instante de oro!
¡Amor terreno…que es también divino…!
¡Amor puro…sencillo…inocente…!
¡…amor de pastorcitos…!

(Y en la mesa…olvidados…reposaban
-como una mueca amarga de la vida-,
¡el cepillo…sin pelo que peinar…,
…y el tabaco…sin pipa…!)