Cuando desbordó el río,
levanté mi equipaje,
y me fui a un sitio alto…
hasta que el agua baje…;
esperé mansamente
que encausara su brío…,
¡y no le eché la culpa
al río… por ser río…!

Cuando el fuego impiadoso
arrasó con mi casa,
la levanté de nuevo
con barro y argamasa…,
y una dulce plegaria
al cielo elevé luego…,
¡y no le eché la culpa
al fuego… por ser fuego…!

Cuando por la sequía
se murió mi majada…,
y perdí la cosecha…,
¡y me quedé sin nada!,
contemplé -cara a cara-,
el rostro del dolor…,
¡pero de mi desgracia
no lo culpé al calor!

Cuando una noche oscura,
y de pésima suerte,
se me marchó mi amada
en brazos de la muerte…,
le agradecí a la vida
por el bello camino
que transitamos juntos…,
¡…y no culpé al destino!

Cuando día tras día
el prójimo me falla…,
y me estafa…o me miente…,
-vaya por donde vaya-,
sé que es mi expectativa
la que sufre un traspiés…,
¡y no lo culpo al otro
por ser tal como es…!

¡Una sola certeza
llevo en el corazón!:
las cosas no me afectan…,
¡me afecta mi reacción!