Cuando los vientos
de la congoja
te arremolinen
como a una hoja,

y la tormenta
te esté abrumando,
debes, mi amigo,
volver al mando.

Y en esa senda
de vuelta a ti,
puede ayudarte
decirte así:

¡Vuelvo a mi centro
inafectable,
inconmovible,
imperturbable!

¡Contrariedades:
sigan de largo,
que ya de ustedes
no me hago cargo!

Y a ti, tormenta:
por más que escojas
ser aguacero…,
¡ya no me mojas!

¡Porque ya nada
me afecta aquí!,
lo veo muy claro:
¡todo está en mí!

¡Sé lo que valgo,
sé lo que soy:
un ser eterno
por donde voy!

La escucho a mi alma,
y su Canción,
me quita el velo
de la ilusión.

Y al fusionarme
con su Grandeza,
siento que todo
lo bello empieza…

Por mi intermedio
la Fuente canta,
toma mi mano
y me agiganta…

Me funde en Ella,
y en su Matriz,
¡es imposible
no ser feliz…!