Me pides, hijo mío, que te brinde un consejo
que te sirva a lo largo de toda tu existencia;
algo en lo que apoyarte en un mundo complejo…,
algo que al recordarlo, ¡haga la diferencia…!

Y pensé en sugerirte, mientras andes aquí,
que creas en ti mismo, contra viento y marea:
¡siempre hallarás recursos que dormitan en ti,
si marchas, deslumbrado, tras tu más noble idea!.

También pensé en decirte que vivas con pasión,
como lo hacen los niños, los locos, los poetas,
porque ya con la entrega total del corazón,
alcanzas tu objetivo…, ¡aún sin rozar la meta!

Consideré incluso hablarte del amor,
y pedirte que emplees tu mejor sentimiento
para ver en los otros la luz en su interior…,
¡porque somos estrellas de un mismo firmamento!.

Y también evalué revelarte que te hallas
en un tiempo asombroso de “Energía Creadora”,
y que hoy todo es posible, -vayas por donde vayas-
si vives en la plena conciencia del “ahora”.

Sin embargo me inclino por algo más profundo,
y que a la vez engloba todo lo dicho antes;
algo que ha de ayudarte a pasar por el mundo,
con expresión serena, y el corazón amante…

Mi consejo, muchacho, es que estés donde estés…,
con las manos vacías…, o repletas tus palmas,
sin importar la senda por la que anden tus pies…,
siempre, hijo mío, siempre…, ¡la escuches a tu alma…!