En los últimos años una Energía flamante
se ha instalado en La Tierra para hacernos crecer,
llegó de una manera como no lo hizo antes,
trayéndonos los brotes de un Nuevo Amanecer.

Y nos mostró una Nueva Espiritualidad
que no precisa reglas: se regula a sí misma,
y como su sustancia es la pura bondad,
¡pasas a verlo todo desde ese bello prisma!

Allí no existe espacio para “lo pequeñito”,
tampoco se precisa culto o adoración:
si reverencias algo, es sólo a Lo Infinito
que te hace vibrar alto desde tu corazón.

Comprendes suavemente para qué estás aquí,
y mientras vas tejiendo las horas de tu día,
honras únicamente al Dios que se haya en ti,
ese que en vez de miedo, ¡te llena de alegría!

Ese Dios no precisa ni edificios ni metas:
su templo, simplemente se encuentra en tu interior:
¡tú eres su sacerdote, su chamán, su profeta!,
y el brillo en tu mirada… ¡es su Brillo de Amor!

No te habla de castigos por tus comportamientos,
te invita a que a tu hermano lo trates con piedad,
y mientras te conduce a vivir el momento,
te susurra al oído: “¡despertad…, despertad…!”

Y en esta Nueva Senda de orden espiritual
te impulsa a que te expandas en “lo desconocido”,
hacia lo más profundo multidimensional:
planos indescriptibles a los que nunca has ido.

Pero si en ti detecta dudas, vacilaciones,
y un hondo sentimiento de ser “poco importante”,
en ese instante eleva tus propias vibraciones,
para que rememores Su Presencia Fragante.

Y allí entonces recuerdas que en vez de “poca cosa”,
¡eres Dios en pequeño de un modo singular!,
y comprendes de pronto de una forma amorosa
que a La Tierra has venido…, ¡para Amar por Amar!