Al pequeñito, -de unos diez años-, lo tenía muy intrigado el movimiento que veía a diario en la modesta vivienda de enfrente –casi un rancho de tan precaria-…allí en las afueras del pueblo.

Observaba cómo cada día llegaban personas que parecían enojadas…y luego de reunirse con la viejita que allí vivía sola…, salían alegres y felices…

Hasta que una tarde no pudo más con su curiosidad…, y le golpeó la puerta:

-Disculpe, abuela…¿a ud. le molestaría que yo le preguntase algo…?

-No, m’hijito…para nada -contestó la anciana, haciéndolo pasar amablemente al interior de la única habitación de la casa-.

-Abuela…aquí muchas veces llega gente enojada…con muy mala cara…sin saludarse si quiera…, y después de estar un rato con usted, siempre salen contentos…abrazándose…como amigos de toda la vida…
¡¿Qué les hace, abuela…?!!

-¿Qué les hago? ¡Ja!… nada, m’hijito…nada…sólo “acerco las partes” -dijo la viejecita mirando al niño con disimulada malicia…para ver si comprendía el sentido de la frase- .

-¿ “Acerca las partes”…? –repitió el chico asombrado-.
¿Qué ¨partes¨, abuela? ¿La cabeza…? ¿Las manos…? ¿Hace que se den las manos…?

-¡Podría decirse que sí…en cierta manera…! –contestó riendo la anciana, sorprendida por la salida del muchachito-.

-¡Vamos, abuela! ¡No se ande con misterios! Yo he escuchado a mis padres hablar entre ellos, diciendo que usted tiene “la fórmula del amigamiento”… ¿¨acercar las partes¨ tiene que ver con esa fórmula…?

-¡¡La “fórmula del amigamiento” !! –rió la viejecita- ¡Que buena frase…! –y siguió riendo, mientras espantaba una gallina que acababa de entrar en la modesta habitación-… “¡La fórmula del amigamiento”…! -continuó murmurando mientras sus ojos chispeaban por la
ocurrencia-.

Verás, m’hijito…-prosiguió-; …yo no hago nada en especial…
Acá vienen personas que tienen algún problema entre ellos…algún conflicto que quieren resolver…y confían en que los pueda ayudar…como antes lo hacía mi madre…y antes de mi madre, la madre de mi madre…, y yo simplemente converso con ellos…

Les pregunto sobre sus trabajos…sus familias…las comidas que les gustan…los juegos que juegan…y sin darse cuenta, empiezan a hablar ellos entre sí…y comienzan a descubrir las cosas que tienen en común…las cosas que les gustan a ambos…, y de a poco les va cambiando “la carga”, como le digo yo a esa mala onda que traían al llegar…

Y así…conversando de una cosa…de otra…¡terminan dándose cuenta que son “buena gente”…!

Y que debió haber entre ellos un mal entendido…una interpretación errónea…un adjudicarse una ¨mala intención¨ que en realidad nunca existió…, que todo era sólo fruto de la mutua desconfianza…

-¿Y si uno de ellos no fuera “buena gente”, abuela…?

-¡No hay nadie que no sea “buena gente”, mi niño!…sólo que a veces está muy tapadita esa bondad,…como a un perrito que maltrataron mucho de cachorro…y ahora le gruñe a cualquiera que se le acerque…

-Yo le creo, abuela…¡pero me parece tan extraño…! ¡¿Sólo porque la gente converse un rato…,ya dejan de estar peleados?!

-Verás, m’hijito…(suspiró la anciana, viendo que aquello iba para largo):
La mayoría de las personas van por la vida haciendo lo que ellas creen que es lo correcto, y no buscan molestarnos a propósito.

Pero nosotros siempre creemos que cuando hacen algo que no nos gusta…¡lo hacen especialmente para embromarnos a nosotros!…, cuando en realidad, ¡lo hacen con todo el mundo…!

Pero como no lo sabemos, lo tomamos como “algo personal”…y entonces terminamos tratándolas también mal a ellas…y empieza un intercambio feo de agresiones…, del cual después se hace muy difícil volver.

Si en lugar de enojarnos, nos dijéramos: “¡No es conmigo la cosa! ¡Es que ella es así nomás de descuidada…!”, podríamos acercarnos a explicarle lo que nos molesta, y a pedirle que deje de hacerlo…, y en el 90 % de los casos…¡lo harían…!, porque te repito, m’hijito…¡la gente es buena!

Y mi tarea es esa, mi niño…: irlos llevando despacito hacia ese lugar en común que tenemos todos…, ese en dónde vemos que somos iguales,…que nos duelen las mismas cosas,…que nos emocionan los mismos gestos,…que nos alegran las mismas situaciones…que compartimos los mismos miedos…y las mismas esperanzas; que todos queremos amar…y ser amados;…respetar…y ser respetados…, y que a todos nos cobija el mismo Padre, más allá del nombre que le pongamos…

Y cuando empezamos a encontrarnos en ese ¨lugarcito en común¨, entonces las corazas se van disolviendo…y “confiar”, deja de ser una mala palabra…¿Entiende, mi muchacho…?

El pequeño se quedó callado, -muy abiertos sus grandes ojos negros-, como “procesando” esa andanada de información que le había ¨tirado¨ toda junta la viejecita…

Y ella, a su vez, lo miraba expectante…como queriendo adivinar si el niño ya estaría satisfecho en su curiosidad…, para poder entonces retornar a sus tareas habituales.

Pero luego de un breve silencio, el muchachito ¨volvió a la carga¨ …:

-Y dígame, abuela…¿ha tenido algún caso “difícil-dificil”…, de esos que le hicieron pensar que esa vez no iba a poder amigarlos?

-Si, muchacho…he tenido varios…; ¡pero allí recurro a mi “arma secreta”…! -y rió como un chico que está por revelar una travesura-.

En esos casos –prosiguió la anciana-, los invito con un tecito…o con un mate…pero cuando voy a la cocina a prepararlos, les agrego un yuyito de mi huerta, que tiene algunas propiedades ¨particulares¨…, “diuréticas”, dirían los doctores…

El caso es que al ratito, uno de los dos me pide ir al baño…y yo me quedo sola con el otro…¡ y eso es justamente lo que necesito…!

Porque entonces, le ¨invento¨ que el que está en el baño, me dijo en una “charla anterior”, que él haría cualquier cosa con tal de amigarse con él…, porque le parecía una excelente persona…, y que le dolía mucho que estén así distanciados…

¡Y vieras los ojos que ponen, m’hijito…!

¡Más grandes que el “dos de oro”…!

“¿En serio…?”, me preguntan siempre…

“¿De verdad que dijo eso?”

Y ahí nomás ya me anoté el primer poroto…

Porque después quizás de mucho tiempo de verlo “malamente”, consigo que se le ¨infiltre¨ una imagen buenaza del otro…

¡Con mi cuentito les “cambio la mirada”…!

Después que viene el que estaba en el baño…se dá lo inevitable…¡me pide ir ahora el que no había ido…!

¡Y con el otro, hago exactamente el mismo jueguito!

-¡Pero eso es mentir, abuela!

-¡Niño…, niño…! ¡mentir es decir lo contrario de la verdad…!, y yo lo que hago es “descubrir” la verdad que estaba oculta dentro de ellos…y que ellos ni sabían que estaba allí…!

Te voy a contar un secreto…; escuchá bién:

Cuando somos chicos…¡todos pensamos bien de todos! ¡Ni se nos ocurre que los demás quieran hacernos mal!

Después…crecemos… : en años…en recelos…en desconfianzas…, …y nos ¨protegemos¨ tanto que en cada hermano vemos un enemigo…, y en cada cosa que hace que no nos gusta…¡creemos que lo hace a propósito contra nosotros…!

Pero cuando nos damos cuenta que esa “verdad” es falsa…¡se rompe en pedazos al instante como un vaso de vidrio contra el suelo!

-¿Y que pasó entonces, abuela, con esos dos que usted les mintió…¡perdón!…les “descubrió” la verdad del uno al otro?

-Pasó lo que tiene que pasar… : somos como espejos, m’hijito…y si yo creo que vos querés lo mejor para mí…, y vos creés que yo quiero lo mejor para vos…¡¿cómo no vamos a terminar abrazados…y el problema disolviéndose por sí sólo…?!

-Mmmm…no sé, abuela…usted disculpe…, pero me parece todo muy simple…, demasiado fácil tal como lo cuenta…

La anciana lo miró con asombro…, como sopesándolo al pequeño por unos instantes…, y le dijo luego, con indisimulada picardía… :

-¡¿Así que el muchachito la quiere difícil?!

Bueno…, ¡démosela difícil, entonces…! ¡Y después la cortamos que tengo que alimentar a las gallinas!

A ver si ahora lo entendés mejor:
“Un conflicto existe…, porque la Verdad todavía no se sentó en su silla…” ; -y se quedó con expresión pícara mirando la cara del niño, para no perderse su reacción-

-¡Bueno, abuela…! ¡Hubiese empezado por ahí! (contestó el niño, -también con picardía-, inédita para sus pocos años).

¡Ahora sí está clarísimo…!

Una sola pregunta más, abuela, y le juro que ya no la molesto…!

¿Por qué no se sentó en “su silla” esa verdad ausente, abuela? ¿Qué es lo que estaba haciendo..?

-Hijo mío…, -contestó la anciana con dulzura, mientras le acariciaba la cabeza-, …estaba jugando a la escondida en el patio del corazón…; el único lugar en el que las personas…¡se olvidan de buscarla…!

FIN