¡Te admiro, Gran Artesano
de la arcilla de la Vida…,
mientras trabajan tus manos
sobre la masa expandida…!

Por tu sonrisa de niño
sospecho que a tu Creación,
la plasmas con el cariño
de quien pone el corazón…

Y se nota sobre todo
que la dicha te traspasa,
por el delicado modo
con que manejas la masa …

Y te pregunto, Maestro,
-mientras miro tu tarea-:
¿es verdad que eres tan diestro
por tener clara tu idea…?

¡Ah…, me dices que el boceto
se plasma más fácilmente,
cuando el diseño completo
ya está nítido en la mente…!

¿Y por qué es que habrá artesanos
provistos de iguales dones,
pero nunca de sus manos
resultan buenas creaciones…?

Dices que eso es porque ignoran
que el condimento mayor,
-ese que ellos no valoran-
¡es modelar con amor…!

(¡Por eso tantos hermanos
viven jornadas vacías…,
mientras plasman con sus manos
sus propias vidas sombrías…!)

Por último, te pregunto
-mientras me voy retirando-
aquí, ahora, en este punto…:
¿qué es lo que estás modelando…?

¿Alegrías…, y esperanzas…,
y flores…, y mariposas…,
y sonrisas…, y alabanzas…,
y jornadas luminosas…?

¡Con razón sólo reparo
en bellezas por doquier…!
¡Ahora sí me queda claro,
por qué brilla tu Taller!

(Y a ti, mi amigo lector,
mientras lees, en tu silla,
te pregunto con amor…:
¿cómo modelas tu arcilla…?).