“Inhalo el aire, y con el aire inhalo
la más hermosa Luz que jamás vi,
y al exhalar, tan solo el aire exhalo,
porque la Luz… ¡se queda toda en mí!”

Al inspirar, emplea tu intención
y visualiza el resplandor entrando,
y al espirar, en tu imaginación,
percibe ese fulgor en ti quedando.

Si haces cada jornada este ejercicio,
(en lo posible, varias veces por día),
será probable que le des inicio
a una etapa de gozo y de alegría.

Y es que el pensar fabrica eso que piensas,
y al volverse amoroso y positivo,
hará surgir en ti tal refulgencia,
¡que sentirás la dicha de estar vivo!

“Inhalo el aire, y con el aire inhalo
la más hermosa Luz que jamás vi,
y al exhalar, tan solo el aire exhalo,
porque la Luz… ¡se queda toda en mí!”

Estos cuadros mentales que planeas,
¡son imanes que atraen tal planeación!,
y al ser tan elevadas estas ideas
¡también van elevando tu vibración!

Te sentirás de a poco más liviano,
como si el mundo no pesara tanto,
como si ahora ya lo cotidiano
no te envolviera con su denso manto.

Y si llegase a ti, -sin tú buscarla-,
alguna nube negra a cualquier hora,
en un instante podrás desintegrarla:
inhalas “aire-luz”… ¡y se evapora!

“Inhalo el aire, y con el aire inhalo
la más hermosa Luz que jamás vi,
y al exhalar, tan solo el aire exhalo,
porque la Luz… ¡se queda toda en mí!”

Y ese fulgor que inhalas de esta forma
va mucho más allá de algo exquisito:
produce en tu interior una reforma
que ya en tu devenir… ¡estaba escrito!:

tu invisible cromosomas veinticuatro
(del que la ciencia aún no está conciente),
comenzará a salir de su letargo
y a activarse de a poco, lentamente.

“Inhalo el aire, y con el aire inhalo
la más hermosa Luz que jamás vi
y al exhalar, tan solo el aire exhalo,
porque la Luz… ¡se queda toda en mí!”