Si acaso algún día sentís que te pesa,
una antigua carga de viejas tristezas…,
decretá en silencio…con pura intención:
“¡Hágase la luz en mi corazón!”

Si tal vez te aprieta, con cruda impiedad,
el duro espantajo de la soledad…,
afirmá sereno , -como una oración-:
“¡Hágase la luz en mi corazón!”

Si el abatimiento te ronda angustioso…,
y parece oscuro…, sin fondo tu pozo…,
proclamá en voz baja…con honda emoción
“¡Hágase la luz en mi corazón!”

Si nada te sale como lo querías,
y te va ganando la insulsa apatía…,
declará con fuerza, y con decisión:
“¡Hágase la luz en mi corazón!”

¡Que todo lo puede la intención divina!,
y tu vida entera por fin se ilumina,
cada vez que ordenas, -con sagrada unción- :
“¡Hágase la luz en mi corazón!”