Cuando era chico, y veía a mi alrededor a las personas inquietas por las vicisitudes del día, -especialmente de tipo económicas- ,me preguntaba a mí mismo : ¨¿por qué se preocupan tanto? ¿no saben que esta vida es solo un día de la vida universal?”

Y esa simple frase me quedó grabada profundamente: “Esta vida es solo un día de la vida universal”; y sin que yo me lo propusiese concientemente, ha sido mi guía y mi compañera hasta el presente.

Y así, cada vez que las situaciones complicadas del camino se me han presentado…cada vez que el horizonte me ha parecido oscuro y difuso…esas palabras destellaban en mi mente y en mi corazón…, ampliando más y más mi punto de vista…, y mostrándome, desde una elevada perspectiva, la relatividad de tales sucesos…y la significación oculta en esas circunstancias…

¡Mucho después comprendí que esa frase, era una especie de llamado a mi Yo Testigo…,esa parte dentro nuestro que es pura conciencia, disociada de la personalidad y sus formas…ese Espectador Imperturbable de todos los acontecimientos…!

Y fíjense, compañeros de ruta, de que clara y hermosa manera el místico y escritor Paul Brunton, nos invita a contactar con ese Yo expandido y luminoso, a través de un ejercicio que el llama “Una meditación sobre el ser atemporal” (incluída en su libro “La sabiduría del Yo Superior”):

“Este ejercicio no se realiza de manera convencional –en soledad y a una misma hora cada día-, sino que debe practicarse en la vida externa, en la actividad rutinaria, en medio de la tarea que se esté realizando.
Tres o cuatro minutos por vez, bastarán para esta práctica, y puede realizarse en cualquier lugar, ya que la soledad necesaria es de índole interior.
Se la debe comenzar repentinamente, abandonando de inmediato todo pensamiento, de modo de sumirse instantáneamente en la perspectiva que el ejercicio requiere.
El estudiante deberá rechazar bruscamente los pensamientos o deseos que en ese momento lo embarguen, suprimiendo toda referencia personal, y ubicándose en la posición mental de un hombre que despierta de un sueño…y que se dá cuenta de inmediato que estaba siendo protagonista de ese sueño, y al mismo tiempo era un simple testigo del mismo.
De igual modo, el estudiante deberá apartarse de cuanto suceda a su alrededor –incluso de su propia personalidad-, cayendo en una total indiferencia respecto de sus intereses, deseos y preocupaciones de ese instante.
Debe intentar colocarse en la posición estática, inmóvil, inalterable, de la conciencia que observa ese juego de intereses y preocupaciones, ese flujo constante de acontecimientos.
Debe tratar de identificarse con esa conciencia, desentendiéndose por un momento de su conciencia habitual.
Debe asumir que mientras todas esas experiencias de su yo corriente, cobran forma en un espacio , y tienen una consecución en el tiempo, el Yo testigo no tiene forma alguna y está libre del tiempo, porque en realidad ambos (espacio y tiempo), están ¨viajando¨ en él.
Es muy importante que en ese breve lapso, el estudiante logre apartarse del mundo temporal, total y bruscamente…alcanzando la cumbre del olvido de sí.
Esta absorción en el observador infinito que siempre está con él, y dentro de él, desata los eslabones de la cadena del tiempo…y lo sumerge en el no-tiempo del alma…el ahora perpétuo.
Al ir progresando en esta práctica, sobrevendrá en el estudiante la certidumbre de que ya no está más aprisionado por su cuerpo, y de que ahora posee un modo de ser inexplicablemente infinito.
El espectáculo planetario le parecerá algo fantasmal.
Se sentirá etéreo y perderá la conciencia de sus límites carnales.
Experimentará en su corazón, el extraño sentimiento de que estaba destinado a esta experiencia desde su nacimiento.
Una y otra vez, el estudiante sentirá la indefinible paz y el indescriptible desapego, que le advierten que algo supraterrenal habita en su interior.”

Para quienes deseen practicar este bello ejercicio meditativo, tal vez les resulte apropiado identificar previamente una palabra (o mantra) que ¨desencadene¨ el proceso ( en mi caso, recurrí a la “orden” ¡ALTO!, que instantáneamente suspende toda actividad interna y externa, y “congela” el mundo por un momento).