“¡No entiendo bien que es lo que pasa
que nadie quiere frecuentarme!;
¡estoy tan solo aquí en mi casa:
todos parecen esquivarme!”

Amado mío, dime algo:
¿es agradable estar contigo…?
¿Tu trato es cálido y es calmo…?
¿Se puede ver en ti a un amigo…?

“¿¡Quién es el que habla…?!¿¡Tengo ¨visitas¨!?
¡¿Es un fantasma…?! ¡Lo que me falta!”
Yo Soy la Esencia que en ti habita:
soy tu Versión más pura y alta.

Y he percibido mucha congoja,
mucha tristeza en tu corazón;
para que des vuelta esa hoja,
quiero mostrarte la solución.

Cuando con alguien estás hablando
¿acaso escuchas con interés,
y lo enriqueces preguntando
de una manera muy cortés…?

¿O estás pendiente de ti mismo,
y arruinas la conversación,
por buscar en tu egocentrismo
el tener siempre la razón?

¡Nadie, mi amado, quiere estar
con alguien que es insoportable,
y que se empeña en estropear
hasta el momento más amable…!

¡En cambio, cuánta diferencia
cuando te muestras bondadoso,
y es afectuosa tu presencia,
y tu escuchar es generoso!.

Y al otro aceptas plenamente,
con sus virtudes y defectos,
y no lo buscas diferente
pues tú tampoco eres perfecto.

¿Sabes…?: tan sólo se confía
en quién no juzga ni critica,
ni da lecciones cada día,
ni sermonea o pontifica.

Cuando no surge en ti jamás
ni un gesto duro ni de enfado,
le llega al otro aquella paz
que sólo irradia un ser centrado.

Y más aún, de esa manera
haces que brille con fulgor,
-sin que se de cuenta siquiera-
su propia luz en su interior.

Prueba de hacerlo, mi buen humano,
y las personas, con afán,
-ya sea más tarde o más temprano-
tu compañía buscarán.

La humanidad va hacia ese estado
de mansedumbre y compasión:
¡vuélvete tú un adelantado,
y empieza a abrir tu corazón!