Tú, hermano mío, tú que me escuchas,
tan confundido, tan agotado,
viendo la vida como una lucha
con un pie puesto en cada lado.

No desesperes: estás mutando,
y desconoces lo que te aguarda:
si es muy difícil…, si va cambiando…,
si es algo breve…, si acaso tarda…

Y es que ya nada será como era:
estás mudando de uno a otro traje,
y estás saltando de carretera
porque has cambiado también de viaje.

Y nadie dijo que el cambio es grácil:
¡trocar de vías te mueve el piso!,
¡nunca fue escrito que fuera fácil
rozar las puertas del Paraíso!.

Mas no le des cabida a la pavura,
ni le hagas un lugar al desconcierto,
mientras estás mutando de estructura,
sin nadie que te guíe en el desierto.

Y allí vas tú, como quién adivina
cómo moverse en medio de ese puente:
detrás de ti, un mundo que termina,
y otro nuevo que nace, justo enfrente.

¿Qué hacer entonces en el momento?:
¡rendirse al flujo del devenir!,
soltar los viejos pensamientos,
y simplemente…¡permitir!

Porque la Nueva Tierra ahora precisa
que estés serenamente empoderado,
en tus ojos flotando una sonrisa,
y en tu sonrisa un resplandor alado.

Tal vez solo encarnaste para eso,
para ir de carbono a cristalino,
volverte un Ser de Luz en el proceso,
y revelarte… un Humano Divino.